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El tilo eterno
la casa es siempre pasado.
La glicina con su tronco fino y su poder
acaparó el lugar de la columna.

La fiebre que él es,  inflando sus costillas
sus estantes de roble
sus instantes de mazapán.

Se desmorona tu campo santo
se parcela tu infancia
todas las querellas afloran.

Sos casas, miles y nuevas
en glicinas, en campos
 siempre santos.