34

Intruso,
no festejes el exilio descansando en lo fortuito.
Lo recóndito está acá
en mi cuello.
No te desangres en su cama
cuando me deslizo de ella a escondidas.
No me sigas en puntas de pie
si reposo en olvido.
No finjas más tu familiaridad.

Los animales tienen sus propios ritos,
se desploman en nuestra jaula
de adornos tejidos.

Los que no dormimos nunca despertamos

Ella me pide que construya sus juguetes,
desabroche su camisa y le enrede el pelo.
Me escabulla en sincronía con la campana de la iglesia
y salte de a dos los escalones.
Del asfalto a la polvareda,
otra covacha que ya no es tan cómoda.
Los insectos dueños del árbol
sostienen mi siesta y confirman el amanecer
de un pueblito que es más mío que nadie.
Ella conoce todos los cuentos de la biblioteca
y tuvo tiempo de cambiar los desenlaces antes de mi llegada.
El piso de madera se astilla de tanto que ríe
y su rechinar nos sirve de canción de cuna.
En el sueño por fin te abandono
vuelvo a mi país de humedad y autonomía.

33

No hay sopor en el bosque
ni tantos árboles.
Los inmensos se agrupan en sectores
y por designio sólo algunos caducan en el agua
Contienen en si el poder del tiempo absoluto,
tienen la capacidad de detenerlo, engramarlo
y utilizarlo a su antojo.
Capacidad que en los árboles vivos sólo tiene su savia.

32

En tu boca una palabra
que no es mía,
a la que renuncio.

31

Afonía que incumbe
¿Cantás para otros?
Mi baile es un artificio que nace de unas cuerdas vocales inventadas.

El Retiro

No hay plegarias para los arquitectos.

Al dejarse perseguir por la lejanía
las cosas se desploman.
La caminata deshace las ciudadelas,
despierta a los niños en otros cuentos.

Dice algo e irrumpe el silencio
coarta el derrumbe
vuelve el revoque a las paredes
y se hacen imprescindibles los arquitectos.

Supeditados al espacio,
no saben atesorar el tiempo
corroer las rejas y los postigos
y desbandar el preludio de macetas
que siempre acompaña a los balcones.

Construcción del abrazo,
no hay plegarias para los arquitectos...