Recorridos de media hora

Subieron al colectivo enérgicas, sus movimientos eran histéricos e inocentes. Atravesaron la diagonal que construía nuestra mirada, la pisotearon sin el más mínimo cuidado. Nosotros como cámaras registramos la escena, mirámos atentos, estudiando, pretendiendo entender. Después nos comentamos lo sucedido al descansar la mirada de uno en el otro.
Tu mujer también miraba, no jugaba, sólo observaba. Nos sentimos culpables de jugar tan descaradamente frente a ella y nos pusimos a jugar con actuado menor entusiasmo.
Ella se aferraba a mi, intentando ver mis intenciones bajo los lentes de sol. Yo pensando que podría amarte, a vos, a tu mujer, a cualquiera, a ninguno.

El lugar de los nosotros

¿Esto es para mi o para vos?, preguntó Martina al ver un amontonamiento de pequeños tornillos ocupando la mitad del cajón. Nunca pensó que la división de bienes era eso, decidir sobre varios tornillos atestados en un rincón.
¿Esto es para mi o para vos? repitió tomando los pequeños pedazos de diversos juguetes que habían quedado al descuido en la mesita del fondo, sin siquiera entender del todo la pregunta.
Por un momento le resultó divertido creer que debería haber rotulado cada objeto con el nombre de su descubridor, una pequeña sonrisa casi se le escapa. Pensó en comentarle esto a Pablo, cual chiste cotidiano, pero abandonó la idea; para estos momentos quizá lo debido era un poco de seriedad.

Pablo se limitaba a mirar, estupefacto, la cantidad de cosas que habían juntado con el correr del tiempo. Pensó que debería haber una tercera casa, la casa de los nosotros. Ahí almacenarían esas pequeñas cosas que, aunque seguro ninguno de los dos iba a usar, ya tenían una entidad propia, una entidad que pertenecía al nosotros.

Mientras tanto Martina ya se había vuelto amiga de la pregunta, le resultó mucho más profunda de lo que parecía y englobó, al repetir nuevamente la frase, un motón de objetos que parecían brotar desde los rincones hacia sus manos. ¿Esto es para mi o para vos?, y asomaban imanes, tarjetas, stickers, postales, hojas, lapiceros....Pensó que iba a ser agotador e hizo un momento de pausa para analizar sino era mejor seguir con el placard, la división de la ropa era mucho más sencilla. Descartó el pensamiento, aunar los para mi y para vos en cajas distintas era algo a lo que había que enfrentarse tarde o temprano.

A Pablo le divertía verla jugar a "la división", sabía que ella no lo estaba tomando tan seriamente como parecía y que había aplicado algún tipo de regla u orden para repetir la operación la cantidad de veces necesarias hasta que uno gane. Aportaba, como un jugador más, dividendo los tornillos en partes iguales y las tarjetas por color.
Se le ocurrió que aunque a partir de ahora vivirían separados podían comprar el mismo diario y dividirse los suplementos. Se imaginó tocando el timbre el domingo a la mañana, repitiendo, ¿Este es para mi o para vos?, con la sección de política en la mano. El único problema posible lo iban a generar los chistes, ya que a ambos les gustaban los mismos y parte de los domingos consistía en la risa compartida y el "¡mirá, mirá!" del primero en descubrir el más sabroso.

Martina miró el cuadro que colgaba sobre la cama y ahí comenzó la batarola de pensamientos en su cabeza. Ella lo había pintado, técnicamente era suyo. Pero no lo había hecho por ella, tampoco se lo había regalado a él; le había pedido prestado parte de él para hacerlo, parte de él que estaba anclada dentro suyo.
¿Y los cuentos, las anotaciones?, se preguntó Pablo entendiendo el problema en la mirada de Martina. Escritos por él eran parte de ella, siempre había un pedacito de Martina que se inmiscuía en los textos.
¿Para mí o para vos?, resonaba lacónica la pregunta.
Había cosas que ya no les pertenecían o que habían nacido para ocupar el lugar de los nosotros.

Forastero

La gente acomoda sus vasos para ocupar el tiempo de espera, elije con delicadeza y subdivide los quehaceres. Por turnos miran hacia la puerta, van al baño, buscan algo en la cartera u hojean el menú; disciernen con claridad las mayúsculas de las minúsculas y lo leen nuevamente en detalle sin pasar por alto ningún condimento.
El invierno se hizo presente dos primaveras atrás, así que los meseros, ya acostumbrados, sirven al forastero que ingresa por el amplio portal una copita de coñac para que se sacuda el recuerdo de la ropa liviana, el canto de las chicharras, y se entregue a las bebidas calientes, las comidas suculentas.
El forastero es ahora una nueva distracción para los expectantes, una actividad más que justifica lo que es innecesario justificar. Quizá un poco conciente de eso elije una mesita discreta del fondo, deseoso de vino y del plato del día que pide sin prestar importancia a lo que contiene."Un plato más", piensa.
Los meseros, que también esperan, se distraen con el partido de fútbol que se ve en el pequeño televisor de la esquina.
Ellos entran ya acompañados y ocupan la primera mesa que ven, a su izquierda. Le sobran sillas, pero está ubicada justo frente a la ventana. Ahí la lista de distracciones aumenta y uno puede espiar mientras espera. Antes de abocarse a la tarea hechan una rápida mirada al lugar, "Un forastero más", piensan.

....etcétera

No predefinir el recorrido de la dirección para que las calles se numeren solas y los quioscos no estén siempre en las esquinas. Que enviar cartas se vuelva confuso y el cartero de mil vueltas a la manzana, esquivando perros perdidos que buscan gatos en el agua.

Filigrana (lo incompleto.el egoísmo.lo insurgente)

La habitación me resulta extraña, esta vez sólo estoy de paso. Para cubrir lo que quedó de mi sombra con el cuerpo, para volver lo ausente de un color más vivo, para renovar las prendas y que sea otra la textura que quede impregnada en la piel.
Un diagrama, una estructura de fino alambre entretejió el día. Con su circularidad enlazó nuestros tobillos y nos trajo a todos a un festín que dijimos maldito, por no querer talar el bosque de lo inmenso, de los arcos de medio punto inmersos en luz; el bosque del rebaño sin nombre, de los pastores perdidos.
Nos alejamos de lo tangible, para quedarnos en el hueco del abrazo, la semicircularidad envolvente de caricias que se escurren y escapan. Articulaste la canción como un ruego, la clave secreta para la entrada a los besos de baldío, besos de distancia prudente.
Intermedios vacíos para llamar a una noche y ponerle nombre.

no, gracias.

Tu noche tiene nombre,
costumbres diurnas que te abrazan
y te retienen en la cama.
La mía un relicario
esperando la capilla de algún santo.

Desiertas

Compartimos unos cuantos nombres
y una infracción de transito.
Supimos de los mismos días
intercambiando las pelusas de nuestras camas,
esas que nos traían los visitantes
enganchadas en sus pulloveres tejidos.
Te resultó llamativa mi mirada
y me encontré parecida en tus gestos.
La enredadera nos engañó sin previo aviso
colándose de mi jardín al tuyo,
te trajo hermosa envuelta en mil hortensias.
Trajiste todas las pelusas
que guardaste una por una, con delicadeza, en la mesa de luz.
Hicimos un acolchado enorme
para recibir juntas a los visitantes, preparamos el te
y nos reímos todo febrero.
La madreselva desconfía,
como toda madre,
pero preferimos dejarnos engañar
decir que vivimos juntas, que es nuestro el hogar
y que así lo pensamos.
Abrir la puerta y dejar a la gente pasar,
correr en localidades anónimas.

Potosí

No te saben reinar, dios de lo eterno
te desangran lentamente
te veneran y ruegan más vida con tu propia sangre.
Tu corazón tiene veneno
y quien festeja con el poder de tu sangre
se maldice y maldice a los suyos.
Tumba colonial.