Él

Fue entonces cuando se dio cuenta de que no veía. Era niebla lo que se le adelantaba en su horizonte cada vez más corto. No era un problema de su fisonomía, no era el órgano lo que estaba mal. Era la incapacidad de distinguir las figuras, la imposibilidad de delimitar las cosas, era la noche gris en cualquier avanzada, lo vaporoso condensando lo que acontecía.
Ya ni lo que sentía era claro, creyó adormecer estando bien despierto. Suspiró para alejar de sí toda bruma, ratificó que no veía y que afuera era noche y la luna menguaba.
Sintió desfallecer, aunque el asunto no le resultaba extraño. Era eso lo que él era, esa neblina de vidrio esmerilado lo que lo separaba; sin saber muy bien de que, de algo ajeno supuso. De aquello, se dijo.