Fantasma

Acá,
lo austero y reiterativo del cemento
incita a escaparse en la madrugada,
abrir una a una las canillas
e inundar el casco viejo de la ciudad.

Piedra libre fantasma.

Tu ciudad nació intencionada,
la mía fue una aglomeración de sucesos fortuitos y adoquines.
¿Qué vas a saber vos de nuestra patria
si nunca quisiste escuchar nuestras historias?

Olvidate vos mismo si ése es tu deseo.
Recorre envuelto en sábanas las casas de hermosas señoras,
los cascos de caballería
las carretas embarradas.
Los vivos escapamos hacia delante
regalando flores a quien pasa,
deshaciéndonos del entierro inmaduro.

Tu tribu se apelotona en la ventana
y vos seguís en el reparo de la parra.
Si por lo menos hicieras vino
para convidarme en el frío invierno.

Contame que hay de ancestral en vos,
a que cortes impactaste con tus pecados,
qué clase de manifiesto te trajo a este río.

Te desnudo en una tregua, un acuerdo tácito.
Recorro las arrugas con los dedos,
tus pliegues.
No estás muerto.
Si querés seguí buscando tu suerte
ajena a los días que corren.

Miles son las sábanas que rompí para tus trajes,
las camas quedaron peladas
y los cuerpos al descubierto.

Bienvenido fantasma,
piedra libre a tu alegría
a tu sangre nueva.

Corriente subterránea


Asiste a su entierro paulatino.
El polen que revolotea en la pala
propone nuevos nexos
que le fastidian la memoria.

Suspira,
recorre cada uno de sus vestidos,
rememora el entramado que producen sus dedos cuando le acaricia el pelo.

Cada suspiro es una gramo de tierra más
cada pensamiento es un gramo de tierra más
cada abrazo es un gramo de tierra más
cada sonido es un gramo de tierra más
cada gesto es un gramo de tierra más.
Enterrala más rápido
para que no pase frío de noche.

El cura no repara demasiado en las palabras
aunque están elegidas cuidadosamente
le da lo mismo que sea una boda o un entierro.

Piensa en desenterrarla, bañarla, comprarle un vestido nuevo
y llevarla a la cama para susurrarle una canción de cuna.

No había reparado en lo que dura la ceremonia.
Despierta su ansiedad.
Su pensamiento por fin deja de sostenerse.

¿Cuánto tiempo puede demorar en abrazar la tierra y llegar a la corriente subterránea?
Quizá sólo sea cuestión de una decisión,
una intención a penas deseada
que genere el descenso.
Se estremece y cae a cuenta de que hacía mucho que algo no le preocupaba.
Una gota de sudor le hace cosquillas en la barbilla
para reafirmar su descubrimiento.

Cuánta pena le da a la gente
que no entiende de corrientes subterráneas
y pretende darla por enterrada.

Dejá de buscar los mejores lirios
de dibujarla
de mirarla en las nubes más blancas de la madrugada.
Fingí sólo para ellos que está enterrada,
que sí ella abraza el barro cálido
no habrá más alabanzas.

Sigiloso

La primera ola, del primer verano, del viento que trajo el invierno, del otro lado del continente inventado, se despliega ante nosotros. Suspiramos ya abatidos de la ansiedad de abrazarla.
El mundo de las medusas se extiende ahí dentro.
Nuestro zoológico, las aves que conforman nuestro codos, las hormigas de nuestras rodillas, los lobos del pecho...la fauna entera arremetida compite con la densidad del agua. Algunos se agrupan en manadas ante el temporal.
Los finos hilos de las medusas despiertan a los osos que todavía hibernan. Despiertan atónitos, atragantados de espuma.
La marea baja y entre las algas quedan los vestigios de la matanza. La espuma descansa sobre los poros de la piel, que ahora es sólo piel; dermis, epidermis, vasos y cápsulas.
En el horizonte se retiran las medusas para reanimar otros hábitos y en esta línea divisoria del otro continente inventado, la piel y el sufragio de lo atávico.

36

Pájaro atento
que suspiras tus trinos
que el viento te agarre desprevenido.
Que a tu reino magnífico
lo derrita sol
y sobre tu realeza
pese el desencanto.

Sencillez.

Cardumen en movimiento.
De los ángulos de las piedras, 
de los recovecos,
surgen tras el monzón.
Se proyectan en su nado.
Una manada de ciervos
te da la bienvenida.