Octubre

Los cableados descienden por la vía de una ciudad a otra.
Nosotros somos enormes, envueltos en el caos de cobre.
La lluvia decide no mojar a los pintores flamencos, tan preocupados por el color.

Un músico recorta fragmentos que vibran en su cabeza para una nueva melodía.
La soledad decide llamar a la noche, bañar de rocío las plazas.
Yo decido terminar esto, salir por la calle adoquinada
y no tomarme ningún café.