El verano se hizo presente en medio de la fatiga que se produce entre
el ensueño, las horas eternas y la falta de cama. Se trajo así mismo en
el sopor de la siesta.
Un cuarto luminoso, amplio, blanco mate; el edredón naranja de la cama; vos, que siempre te pensé amarillo.
Mi
mareo de mediodía, la semi inconsciencia que me producía la enfermedad,
dejándome atónita a cada detalle;yéndome, murmurando pensamientos,
construyendo ciudades de ideas.
La luminosidad del cuarto, la
sombra fresca de la casa, el jugo en la mesada; casa de mar construida
en plena avenida. Pocos ruidos irrumpen nuestra vista a las nubes,
rayadas por el cable del teléfono.
De noche escuchamos la sinfonía de mosquitos que suenan en tu campo de balcón.